Casi me quedo ciego

Casi me quedo ciego. Mi ojo acabó incrustado en su dedo, casi ensartado como un tomate cherry en una brocheta de verduras.

No sé los centímetros de su índice que profundizaron en mi cuenca ocular, pero me pareció sentir sus nudillos en mis pestañas, no te digo más…

Creo que nunca he sentido un dolor tan punzante. No sólo en el momento del impacto, sino en los posteriores, cuando, como oleadas, los accesos de dolor se apoderaban de todo mi cuerpo.

Lloraba el lagrimal espachurrado, y lloraba de dolor. Tuve que cerrar los dos ojos, pues si el ojo no dañado permanecía abierto, su mero movimiento muscular buscando mundo ahí afuera repercutía en el otro ojo, y era como sal en la herida, como salsa de chile en la pupila…

Así que me resigné a cerrar los ojos, soportar como podía la cresta de la ola de dolor, e intentar seguir adelante cuando la ola remitía.

Fue hace un año ahora, cuando las olas y la salud no tenían una relación tan significativa como hoy en día para la mayor parte de nosotros…

La escena se desarrolló en el taller de Body Weather que cada año Sara Pons imparte en Madrid. Justo ayer terminó el de 2021, y por eso recuerdo vivamente estas vicisitudes.

Cada año vuelvo, y lo seguiría haciendo aunque hubiese perdido ese ojo, tal es el gozo y la nutrición corporal que experimento en sus talleres de danza.

Pues sí, el último día del taller de 2020 me vi ciego (verse ciego, qué ironía…), y necesité de la ayuda de los demás, como un invidente sin experiencia, para moverme por el espacio, salir a la calle, hasta comer.

Pues bien, ese dedo pertenecía a Miriam Velasco, y la propia Miriam, junto a otras buenas gentes, hizo de lazarilla de éste pobre y canoso ciego…

Y si os digo la verdad, me gustó sentirme impedido, necesitado, ayudado por ella. Quien me iba a decir que eso iba a ser nuestra firma de sangre de una maravillosa sociedad…

Porque sí, unos meses después comenzó a ayudarme en la organización de algunas de las locuras que se me escurren del sentipensar, como el Laboratorio Itinerante Música, Meditación y Movimiento M3Lab por la Pedriza, o el que hicimos pasando noche en el refugio Giner (en el que, por cierto, nos dimos cuenta de que ambos nacimos un 20 de Octubre…)

La mayor locura fue organizar un festival formativo de danza, BaiLand, en tierras euskaldunas, en pleno estado de alarma, con todo el amor del que somos capaces (y fueron capaces el equipazo de maestras: Martha, Leilani, Tomas, Alex, Arun…)

Y al verse reflejado ese amor en tantas bellas personas, todos esos participantes que fueron doulas, comadronas, decidimos continuar y volver a nacer un BaiLand, esta vez el de Semana Santa que está a punto de llegar… (y que esta vez será fruto del amor también de Martha, Jonathan, Cristiane, Oskar, Xandy, Vikrampal, Prem, QiTerra…)

La historia del ojo es un claro reflejo de mis cegueras en la vida, que no son pocas, absorto como me hallo muchas veces en procesos creativos de lo más variopinto…

Estar cerca de una persona como Miriam que vela mis puntos ciegos, y pone luz en donde yo no llegaba siquiera a ver existencia, es un regalo para la vida… Para la diversidad y la multiplicidad que debe ser la vida, y que debemos ser cada uno de nosotros en la vida…

Y es que sí, las atrofias de uno, se curan en el otro. Y en las uniones nos hacemos… nos nacemos.

No como platónicas medias naranjas, no. Más bien para otras personas venimos a ser la levadura que fermenta sus harinas, y, con un poco de calor, buen hacer y suerte, ayudamos a que crezca una hogaza de pan que alimente a muchas bocas.

Así que ya sabéis, queridas amigos, no dejéis escapar la oportunidad de que alguien meta su dedo en vuestro ojo hasta dejaros ciegos. Aunque sea, a ser posible, en sentido metafórico… Quizá eso os abra la puerta de otras cegueras preexistentes, y os ayude en su cura…

Os esperamos con más aventuras en la web oniricos.es

Gracias y feliz danza en la vida

* Foto Miquel Soleto